Los remakes se pueden hacer de muchas maneras. Calcando, homenajeando, basándose en la original. Y nunca queda clara su pertinencia. Si era necesario. La Evil Dead de Fede Álvarez se aleja del tono del mítico filme de Sam Raimi y aporta algunas cosillas por el camino.
¿Son estas aportaciones justificación suficiente como para repetir la fórmula? De entrada no lo parecen. Lo que hizo a la creación de Raimi algo tan especial fue su propuesta gamberra, salvaje, desvergonzada, abiertamente cómica y siniestramente terrorífica. Aquí de eso no hay. Solo quedaron los clichés: el grupo de jóvenes que se van a una cabaña en la que les espera el maligno. Tampoco voy a mentir: es gozosa. Álvarez se mueve bien en el segundo plano que le permite adaptar una película como The Evil Dead, y no se pasa de creativo ni se queda corto.
Hay sangrías, un gore muy orgánico en determinados momentos, buenas carnicerías. Los personajes poseen el punto justo de idiotez que una producción como esta requiere. La cámara se mueve con cierto estilo (aunque nunca se olvida de homenajear: hay un amor palpable por Raimi).
Álvarez, como veríamos años después con Alien: Romulus, disfruta leyendo en los códigos del viejo terror para tratar de convertirlo en el nuevo terror. Problema: por el camino lo despersonaliza. Virtud: sirve como derivación hermanada a los tiempos desde los que mira.
No hay un subtexto particularmente rico salvo una bastante simplona equiparación entre el síndrome de abstinencia y la bajada al infierno. Pero es que tampoco creo que en este caso le haga falta. A pesar de haber abandonado el tono cómico, se siente festiva y distendida.
Evil Dead no es una gran película, pero mentiría si dijera que no es un filme hasta cierto punto competente y ameno. Se ve bien. Nunca valdrá como sustituto de aquella serie b tan carismática de Raimi, pero cumple con lo que parecía prometer: sangre, posesiones y disparates.