The Fog (John Carpenter, 1980)
Lograr una buena atmósfera es muy complicado. Que resulte ominosa, densa, opresiva. Y lo más importante: que encaje con la idea que subyace a la obra, que abrace cada concepto. Y eso, justo, es lo que logra Carpenter con The Fog. Una conjunción de forma y fondo única. A diferencia de tantas obras de terror (aunque este término suene reduccionista), aquí hay una mirada que unifica, que convierte cada imagen en un elemento que da sentido al que le precede y al que viene después. La niebla es un personaje, un elemento que crea estímulos. El montaje aquí cobra una importancia capital. Y es una clase viva de cómo funciona y cómo vertebra ideas. Partiendo de un punto (el faro, el extraordinario personaje de Adrienne Barbeau) unifica toda la narración…