The Crow (Alex Proyas, 1994)
No se puede negar: el amor trágico, esa imponente estética gótica hiperestilizada y amenazante y la sencillez de sus temas (en el buen sentido) siguen haciendo de esta película un placer de los que nunca defraudan. Se le podrán achacar algunos defectos (esa ingenuidad, esa apuesta por lo absoluto), pero siempre será un símbolo generacional que invocó el gótico cuando menos se le esperaba de vuelta y dio forma en cierta manera a la melancolía de finales de milenio.